Los Murciélagos de Albuñol es uno de los enclaves arqueológicos más emblemáticos de la Prehistoria en la península ibérica, tanto por ser un hito en la historia de las investigaciones como por la riqueza de su registro arqueológico, destacando la conservación de materiales orgánicos del Neolítico.

Los antecedentes de este proyecto, se sitúan en una cueva de difícil acceso situada en la margen derecha de un angosto barranco del pueblo de Albuñol en la costa de Granada allá por el año 1831. El propietario de las tierras aledañas, Juan Martín, accedió a la cueva donde apareció una enorme sala llena de guano de murciélago, extrajo el rico fertilizante para sus tierras y una vez retirado el estiércol, la sala fue utilizada para resguardar el ganado durante varios años. La identificación de una veta de galena motivó la explotación por parte de una compañía minera en 1857. En ese momento, la retirada de bloques para acceder al mineral, permitió descubrir una galería interior que albergaba varios cadáveres parcialmente momificados y los restos arqueológicos que harían tan conocido y singular al yacimiento.

En el ámbito científico la cueva se conoce desde el año 1868 tras su publicación en la obra clásica Antigüedades prehistóricas de Andalucía escrita por D. Manuel de Góngora y Martínez (1868). En su trabajo recoge los materiales e información oral recuperada entre los mineros y saqueadores de la época.

Las características de la recogida por parte de Góngora y lo excepcional de su registro material motivaron que la cueva haya sido objeto de múltiples y controvertidas referencias a lo largo del tiempo. Se han realizado numerosas críticas a la autenticidad de su cronología, en especial las vertidas por D. Manuel Gómez Moreno.

Las dudas sobre la autenticidad del material de la cueva no quedarán resueltas hasta los años 70 del siglo XX, momento en que se efectúan las primeras dataciones de C14 sobre una muestra de esparto y otra a partir de madera, arrojando dataciones Neolíticas.

Localización

La cueva